viernes, 24 de septiembre de 2010

Escape - final alternativo.

Los maltrataba. Después de unos cuantos azotes; las heridas abiertas. La conciencia parecía piraña hambrienta del Amazonas. Así volvía a sentirse culpable y repetía en su mente no volveré a hacerlo, pobrecitos.
Que culpa tenían ellos de ser así, tan tercos. Le costaba disculpar que a menudo la dejaran mal. Y así perdía la paciencia. Y volvía al amor duro, a los castigos y luego, una vez más, al remordimiento.
Estaban aburridos de tanto insulto, tanto zamarreo. Esa no era vida. Mejor escapar, o morir. Así iban desapareciendo. Tan miserables vivían, que la ausencia era inadvertida.
Un día, los manotazos fueron más intensos. Gritos iban y venían. Podía escuchar los chillidos de dolor de sus prisioneros. De vuelta se escuchaba ¡cállense, mierda! Ella era quien mandaba, ellos sólo debían obedecer y en silencio. Se había enajenado. Era una patrona furiosa, como la Quintrala. En sus manos tenía un fusil. Lo empalmó. Comenzó a disparar. Al principio clamaban por piedad. Luego hubo un silencio. Se reincorporó. Tomó conciencia de su imagen en el espejo y se agarró la cabeza. ¡Se habían escapado todos! Pero ni bien reaccionó, volvió a ensimismarse. Desde el pasillo se escuchaba que gritaba ¿¡por qué parte sigo ahora!?

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